miércoles, 30 de mayo de 2007

Arthur Shawcross

Un asesino en serie suele exagerar el número de sus víctimas, o del mismo modo, confesar actos que no cometió. En el caso de Shawcross, éste fingía canibalismo y necrofilia con el fin de poder alegar locura, lo cual le haría irresponsable de sus actos. Encarna de modo perfecto el talento de manipulación propio de los asesinos en serie, y también las fallas del sistema, pues fue liberado por la justicia después del asesinato de dos niños en 1972.
Afirmó haber sido víctima de abusos sexuales durante su adolescencia, que sufría psicosis heredadas por las atrocidades que había vivido en la guerra de Vietnam, y que esta psicosis adquirida le obligaba a cometer actos criminales; contó a los psiquiatras en una entrevista cómo había matado a una mujer y a una adolescente vietnamitas:
"En un valle no lejos de Kontum, yo veo a una mujer y le disparo. No quedó muerta del todo y la até a un árbol. De una de las chozas sale una muchacha y la llevo para atarla con la otra. Son el enemigo, por lo que le corto el cuello a la primera."
"Como los vietnamitas son supersticiosos, clavo su cabeza en un poste, para que no vengan más. Luego corté la carne de la pierna de aquella mujer por el muslo hasta la rodilla, como un jamón, y lo asé en el fuego. No olía muy bien, pero cuando estuvo bien asada me puse a comerla..."Como Jack el Destripador, atacaba a prostitutas a las que mataba sin remordimientos, haciendo reinar el terror en la ciudad de Rochester y sus alrededores. Shawcross estrangulaba a sus víctimas y dejaba sus cuerpos a orillas del río Genesse, o escondidas entre los matorrales.
En dos ocasiones hizo dudar a la policía si se trataba de un único asesino o dos, puesto que en dos ocasiones, las víctimas no correspondían con el perfil de las demás desafortunadas.
La falta de indicios da lugar a los rumores más singulares en un tema que no abandona las primeras páginas de los periódicos.
Según algunos, trata de vengarse después de que una prostituta le hubiese transmitido el virus del sida. Otros creen que se trata de un policía que patrulla por las zonas de prostitución, y otros que simplemente mata a mujeres que le recuerdan algún trauma con alguna mujer o su propia madre. Otros, que pertenece a una secta de tipo protestante y quiere condenar a esas mujeres de la calle.
Las prostitutas empiezan incluso a colaborar con la policía para tratar de atrapar al asesino, pero ninguna pista da resultado.
Finalmente las autoridades locales recurren al FBI, quienes establecen el perfil psicológico del asesino, y envían a un agente especial llamado Gregg McCrary, quien ordena investigar en profundidad los lugares en dónde se han hallado los cadáveres y los alrededores al río Genesse, intuyendo que el criminal podría volver allí para revivir la excitación de sus crímenes.
Por fin el, miércoles 3 de enero de 1998, una patrulla en helicóptero divisa a un hombre de unos cuarenta años de pie en un puente del lago Salmon, en Rochester. Bajo ese puente se veía también el cadáver de una mujer.
En seguida dos agentes motorizados son enviados para atrapar al hombre. Se trataba de Arthur Shawcross, nacido el 6 de junio de 1945.
Estos le piden su identificación, y les muestra un carnet de conducir caducado, alegando que no ha tenido tiempo de renovarlo, pues acaba de salir de una larga estancia en prisión. Al comprobar su identidad, se enteran de que no miente, que está en libertad provisional tras haber estado quince años en la cárcel por el asesinato de dos niños en Watertown, su ciudad natal, uno de diez y otro de ocho años.
Asesino al menos a diez prostitutas antes de ser encarcelado.
Los agentes no creen que su presencia a pocos metros del cuerpo sin vida de una mujer sea fruto de una coincidencia, y lo detienen.Cuando le juzgan, Shawcross trata de hacerse pasar por caníbal, de ser un demente víctima de abusos sexuales muy graves en su infancia. Dice que su madre lo sodomizó con el mango de la escoba rasgándole la pared anal, aunque no existen pruebas médicas que demuestren tal agresión. Culpa a la sociedad diciendo que le enseñaron a ser un criminal enviándolo a Vietnam, y que aprendió a matar y a mutilar mujeres en la guerra.
A las autoridades la actitud del asesino les parece extraña. Tranquilo, moderado, silencioso, no le interesa el saber por qué se le acusa. Explica tranquilamente su presencia en el puente por el deseo de orinar, pero nadie se lo cree, piensan que lo que Shawcross hacía en realidad era revivir la excitación del crimen contemplando su "obra" desde el puente y tal vez masturbarse.
Pero una serie de pruebas en su contra sirvieron para acusarlo: una prostituta declaró en su contra, dijo haberlo visto acompañado de una de sus amigas de profesión unas horas antes de que la policía encontrara su cadáver, objetos de las víctimas en el interior de su automóvil, y huellas de los neumáticos en los lugares del crimen.
Cuando fue condenado con anterioridad a veinticinco años de cárcel por el crimen de los dos niños, se había prometido a los padres de las víctimas que no saldría de prisión antes de haber cumplido toda su condena, pues aseguraron que la comisión encargada de dictaminar sobre la libertad condicional nunca dejaría volver a salir de la cárcel a un criminal como él, ya que estaba en la calle bajo libertad vigilada por un delito anterior.

Detenido el asesino de la Pobla de Vallbona


Asesina a su ex novia y a la madre de esta y luego hiere a un primo al incendiar su casa. El joven escapó tras cometer el crimen en La Pobla de Vallbona y fue detenido horas más tarde en Valencia con un cuchillo en una mochila
El joven escapó tras cometer el crimen en La Pobla de Vallbona y fue detenido horas más tarde en Valencia con un cuchillo en una mochila. Nadie esperaba algo así. “Tan repentino. Tan brutal”, lamentaban los vecinos de la Pobla de Vallbona. Madre e hija juntas, acuchilladas y sin vida. Una encima de la otra, en una cama de su casa. Tan unidas como lo estaban en vida. Así terminaron ayer la joven Sandra C., una estudiante de 20 años, y su madre, Julia M., de 53 años.El autor de este baño de sangre es Vladimir R. B., de 22 años, un ucraniano adoptado por una familia de la Pobla. El joven había mantenido una relación sentimental con Sandra. Según fuentes próximas a las víctimas, “en Fallas ella le planteó acabar como pareja y él no lo encajó nada bien porque incluso le amenazaba con quitarse la vida”.Lo cierto es que, aunque el miedo de madre e hija existía, no presentaron ninguna denuncia contra él ni solicitaron orden de protección, como informaron fuentes del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV).
Lo que nadie imaginaba ocurrió a las cinco de la mañana, en el número siete de la calle Sant Francesc. “Yo escuché muchos gritos y pasos en la escalera”, relató Pepita, una vecina de las víctimas. Vladimir se había presentado en la casa de su ex novia. La manera en la que entró no ha trascendido. “No me extraña que tuviera llaves”, barajó un familiar de las víctimas. Y en ese momento comenzó el infierno para Sandra y su madre. Al parecer, apuñaló cuatro veces a su ex novia y cortó el cuello a la progenitora. Nadie dio la voz de alarma. Al cabo de media hora aproximadamente, “Pedro, un vecino, salió de su casa, vio la puerta y las luces encendidas y avisó a la policía”. Fue así como se descubrió la tragedia. Poco después de las seis de la madrugada, la casa se llenó de policías y guardias civiles.Al subir a la primera planta de la vivienda, se encontraron con un panorama desolador. Había manchas de sangre por todas partes y el cuerpo de Sandra yacía sin vida sobre el de su madre. Tras el crimen, Vladimir huyó de ese lugar, pero reapareció poco después en una casa de la calle Parra, a algo menos de un kilómetro del lugar del homicidio. En esa vivienda descansaba Ramón, de 22 años, primo del ucraniano, su madre y su abuela. En ese momento el reloj marcaba las seis y media de la madrugada y Vladimir todavía quería seguir matando, ya que arrojó un artefacto incendiario por la ventana de la planta baja del inmueble. “Iba dirigido a Ramón, porque sabía que estaba durmiendo en esa habitación”, explicó un amigo. Las llamas le afectaron gravemente, “aunque consiguió salir por su propio pie”, como relató Javier, próximo a la familia. La madre de Ramón, Carmen, y la abuela, del mismo nombre, fueron auxiliadas por vecinos y no sufrieron heridas, aunque sí “una fuerte crisis nerviosa”, agregó el hombre. Una ambulancia del SAMU trasladó al joven herido al Hospital La Fe de Valencia, donde ingresó en la Unidad de Reanimación con quemaduras en varias partes del cuerpo. El incendio fue extinguido poco después. La policía y la Guardia Civil no tardaron en atar cabos entre el crimen y el incendio. A la proximidad en el tiempo y en el espacio entre ambos incidentes, se unía la relación familiar. La madre adoptiva de Vladimir, Chelo, es hermana de Carmen, madre de Ramón. Pero había otros detalles. En la calle había restos de sangre. ¿Por qué atacó Vladimir a su primo tras el doble crimen? La principal hipótesis, corroborada por familiares de las víctimas y fuentes policiales, es que Ramón pudo haber recriminado a su primo su actitud con a Sandra.
(En la foto la víctima de Vladimir)

EL MATAVIEJAS


José Antonio Rodríguez Vega es sin duda uno de los asesinos en serie más fríos y crueles de la historia reciente de España. Tras juicio sumario, se le declara culpable del asesinato de al menos 16 personas, en un período no superior a un año, sobre todo mujeres mayores a las que antes violaba.
Santander, verano de 1987. Tienen lugar una serie de muertes en circunstancias muy similares: Mujeres solas, de edad avanzada, cuyo fallecimiento se debe en apariencia a causas naturales. Casi todas son encontradas en sus camas, cuidadosamente arropadas. “¿Demasiadas coincidencias?” Esa es la pregunta que se hace un joven periodista del Diario Montañés, Maxi de la Peña, que, tras investigar por cuenta propia, lanza una arriesgada hipótesis: Un asesino en serie anda suelto por la ciudad. Paralelamente, la policía da con un extraño denominador común: En varios de los edificios en que residían las ancianas se han llevado a cabo recientes reformas de albañilería. Desde ese momento, se suceden uno tras otro los errores del hasta entonces criminal perfecto: M. G., de 82 años, muerta con síntomas de violencia; N. Robleda, viuda de 62 años, claros signos de violación; otra de las víctimas es encontrada con la dentadura postiza clavada en el interior de la garganta...
Una tarjeta lleva a la policía hasta el presunto culpable. Se trata de un joven bien parecido y educado que se gana la vida haciendo reformas de albañilería. En su habitación, decorada en tonos rojizos, exhibe una tétrica galería de recuerdos de las víctimas que le obliga a confesar.
Ordenado, meticuloso, amable, seductor... Los psiquiatras debaten si se trata de un psicópata desalmado o de un ser humano con las facultades perturbadas. Sus antecedentes no tardan en salir a la luz: En su juventud era conocido como “el violador de la moto” y fue condenado por agresión sexual. A pesar de todo, valiéndose de un enigmático poder de persuasión logra, desde la cárcel y mediante astutas cartas, que sus víctimas le perdonen. Todas menos una... Aunque nada puede evitar que finalmente sea condenado.
En la cárcel de Topas, Salamanca, a sus 44 años, José Antonio dedica todo su tiempo y esfuerzo a finalizar sus memorias, con las que espera enriquecerse en cuanto termine de cumplir condena. Pero el 25 de Octubre de 2002, dos reclusos comunes le asestan 113 puñaladas y acaban con su vida. Uno de los asesinos dice con orgullo a una cámara de televisión: “He matado al mataviejas” ¿Ley de la cárcel, como afirman los asesinos? Las cosas no son tan sencillas...

martes, 29 de mayo de 2007

EE.UU. recuerda el octavo aniversario de la masacre del instituto Columbine

El instituto Columbine, en Littleton (Colorado) cerró el pasado viernes sus puertas en señal de duelo ante el octavo aniversario de la masacre que el 20 de abril de 1999 se cobró la vida de 15 personas y por la reciente sucedida en la universidad Virginia Tech, en la que perdieron la vida 32 estudiantes universitarios.
Hace ocho años, Eric Harris y Dylan Klebold, dos estudiantes armados con fusiles automáticos, acabaron con la vida de 12 compañeros y un profesor antes de suicidarse, un suceso que fue recordado hoy por el gobernador de Colorado, Bill Ritter, que pidió unos momentos de silencio tanto por las víctimas de Columbine como por las de la universidad de Virginia.
"Experimentamos una terrible tragedia en el instituto Columbine", afirmó Ritter. "El pueblo de Colorado permanecerá en solemne silencio en el aniversario de este terrible de día, unido al pueblo de Virginia en su dolor", dijo el Gobernador.
Sin embargo, la decisión del juez, Lewis Babcock, de clasificar el testimonio de los padres de Harris y Klebold sobre detalles de las vidas cotidianas de los asesinos, han levantado las iras de algunos de los supervivientes y parientes de las víctimas, que perciben que la información, ahora secreta, podría contribuir a evitar nuevas masacres en las escuelas.
"No creo que puedas detener a todos los chiflados. Pero creo que algo de lo que Babcock ha clasificado nos enseña lo que hicieron esos locos jóvenes", afirmó Don Fleming, cuya hija Kelly, de 16 años, falleció durante el asalto. "A nadie le sirve si está clasificado", indicó Fleming.
"Si la sociedad lo supiera, podríamos prevenir futuros tiroteos, porque ahora mismo nos estamos dando cuenta de que lo que ha hecho este asesino es similar a lo que hicieron Harris y Klebold", concluyó. Fleming se refería a Cho Seung Hui, el estudiante de 23 años que el pasado viernes mató a 32 personas en la universidad tecnológica de Virginia antes de quitarse la vida, y que en una cinta enviada con anterioridad a la cadena NBC, califica de "mártires" a los dos jóvenes asesinos de Columbine. El juez Babcock explicó al final del proceso que su sentencia se basó en el principio de confidencialidad y en la precaución ante la posibilidad de que el testimonio de los padres de los asesinos pudiera incitar asesinatos similares. Babcock no ha hecho comentarios esta semana.

EL VAMPIRO DE DÜSSELDORF

El temible "vampiro de Düsseldolf" está considerado como uno de los más sanguinarios asesinos en serie de todos los tiempos por los expertos criminólogos y psicólogos que han seguido su caso de cerca.
Nació en 1883 en Colonia (Alemania) en una familia muy pobre y numerosa (era el tercero de trece hermanos), todos habitaban bajo pésimas condiciones en un espacio muy reducido y un ambiente familiar deplorable. Su padre, en el paro, era alcohólico y de muy mal carácter, pegaba frecuentemente a su mujer e hijos.
Cuando su familia se traslada a Düsserdolf en 1884, se evade de nuevo y comienza a vivir como un vagabundo, de pequeños hurtos, dando muestras a tan temprana edad de instintos criminales: disfruta estrangulando ardillas y maltratando a los perros callejeros que se cruzaban en su camino, así como a otros animales para ver correr su sangre, cometiendo además actos zoofílicos con ovejas a las que degollaba una vez alcanzado el orgasmo.
En una ocasión trata incluso de violar a una de sus hermanas más jóvenes.
En 1913 comete su primer crimen sexual: viola y degolla salvajemente a Christine Kelin, una niña de 13 años.
Años más tarde, cuando él mismo contaba con cuarenta, su vida parece dar un giro y contrae matrimonio con una mujer de buena familia.
Cambia de aspecto vistiendo con mucha elegancia y sencillez, se peinaba con brillantina, usaba gafas, lucía un recortado bigote, e incluso usaba polvos faciales.
Como la mayoría de los sádicos sexuales, Kürten parece llevar una vida normal como cualquier buen esposo. Trabajaba como conductor de camiones, y su mujer jamás sospechó nada. Entre 1925 y 1930 se suceden en la pequeña localidad alemana una serie de crímenes que estremecen y sensibilizan a toda la población, similar a la que padeció Londres en tiempos de otro conocido asesino: Jack el Destripador.
A pesar de que la policía alemana contaba con métodos muy por encima de los que disponía Scotland Yard en 1888, tardaron varios años en tener alguna pista del misterioso criminal a quién terminaron apodando unos "El Vampiro de Düsserdolf" y otros "El rey del crimen sexual".
Kürten tiene por costumbre el beber la sangre de sus víctimas y de matar animales cuando tiene sed. A veces se divierte incendiando las casas abandonadas, esperando ver arder algún vagabundo que durmiese en su interior.
De hecho, a su tercera víctima, una niña de nueve años llamada Rose Ohliger, la rocía de gasolina y le prende fuego. La policía lleva a cabo continuas redadas y controles rutinarios a la busca y captura del asesino. Incluso algunos grupos de delincuentes y bandas callejeras se unen a la "caza" del vampiro. Hasta la fecha, se le inculpaban nada menos que ocho terribles asesinatos y catorce asaltos.
Afortunadamente para todos, cometió un grave error en 1930 que le costaría su detención. Tras un atentado criminal fallido contra María Butlier, la mujer logra escapar y proporcionar una detallada descripción de Kürten.
Al mismo tiempo, éste se asusta al leer la prensa y ver su retrato robot en la portada de los periódicos, por lo que confiesa la totalidad de los crímenes a su esposa mientras charlaban, quitándole importancia a los hechos como si se tratase de simples travesuras infantiles. La señora en un principio se desmaya de la impresión, pero finalmente, asustada y asqueada pone las declaraciones de su marido en conocimiento de la policía.

Durante el juicio, se dedicó a escribir cartas a los padres de las víctimas en las que se disculpaba de una manera muy peculiar: alegando que él necesitaba beber la sangre lo mismo que otras personas necesitan beber el alcohol.
Padecía de "hematodipsia", una patología que consiste en obsesión compulsiva por consumir sangre, bajo implicaciones sexuales.
Finalmente tras una hora y media de deliberación, el jurado pronunció su veredicto de culpabilidad para Peter Kürten, quién fue sentenciado a nueve penas de muerte.
Tan sólo se manifestó para pedir una última voluntad, y era que cuando lo decapitase el verdugo, le dejasen escuchar durante unos minutos cómo su propia sangre goteaba en el suelo.
El 2 de julio de 1931, a las seis de la mañana, en el patio de la prisión de Klügelpüts (Colonia), se cumplía su deseo.
Esta historia tan absolutamente macabra se llevo al cine en 1931, dirigida por Fritz Lang.

ALBERT FISH, EL ABUELO ASESINO

Nadie podía haberse imaginado que ese abuelito entrañable de más de 65 años, de rostro demacrado, cuerpo encogido y fatigado, cabello y bigote gris, ojos tímidos podía esconder una personalidad como la que revela su informe psiquiátrico: sadismo, masoquismo, castración y autocastración, exhibicionismo, voyeurismo, pedofilia, homosexualidad, coprofagia, fetichismo, canibalismo e hiperhedonismo.
Fish nace en 1870. En su familia existen numerosos antecedentes de perturbación mental, empezando por su madre que oye voces por la calle y tiene alucinaciones, dos de sus tíos internados en un psiquiátrico, un hermana demente, un hermano alcohólico, etc.
Desde muy joven se inflige castigos masoquistas automutilándose, hundiéndose agujas de marinero en la pelvis y en los órganos genitales... en una ocasión es sorprendido en su habitación completamente desnudo, masturbándose con una mano y con la otra golpeándose la espalda con un palo del que sobresalen unos clavos.
Una vez detenido por el asesinato de una niña, se confiesa autor de otros muchos crímenes, como el caso de un niño de 4 años al que flageló hasta que la sangre resbalaba por sus piernas, luego le cortó las orejas, la nariz y los ojos, le abrió el vientre y recogió su sangre para bebérsela a continuación, además de desmembrarlo y prepararse un estofado con las partes más tiernas.

También narra la historia de un joven vagabundo al que obligó a realizar toda clase de actos sádicos, masoquistas y coprófagos durante dos semanas, además de cortarle las nalgas en varias ocasiones para beber su sangre. Finalmente intenta cortarle el pene con unas tijeras, pero cambia de opinión al ver el sufrimiento del chico y arrepentido le da diez dólares dejándolo huir.
Ante el psiquiatra explicó que por orden divina se veía obligado a torturar y matar niños, el comérselos le provocaba un éxtasis sexual muy prolongado.

También confesó las emociones que experimentaba al comerse sus propios excrementos, y el obsceno placer que le producía introducirse trozos de algodón empapado en alcohol dentro del recto y prenderles fuego.

Durante el juicio quedó probado que realizó todo tipo de perversiones con más de 100 niños matando además a 15. Se descubrió también su extraño gusto por hacerse daño a sí mismo, uno de sus sistemas favoritos era clavarse agujas alrededor de los genitales. Una radiografía descubrió un total de 29 agujas en el interior de su cuerpo. Le gustaba comerse sus propios excrementos, o introducirse trozos de algodón empapados con alcohol dentro del recto y prenderles fuego. En otras ocasiones había intentado introducirse agujas debajo de las uñas, pero no tardó en renunciar a ello cuando el dolor se hizo insoportable.
Es condenado a la silla eléctrica y ejecutado en la prisión de Sing Sing el 16 de enero de 1936.
Cuando se le preguntaba por la cifra exacta, respondía sonriendo: "Por lo menos cien".
Tubo una sorprendente reacción después de ayudar a los guardias a colocarle los electrodos, y se mostró entusiasmado.

"Que alegría morir en la silla eléctrica. Será el último escalofrío. El único que todavía no he experimentado..."


KATHRYN SCHOONOVER

Kathryn Schoonover pudo haberse convertido en la mayor asesina en serie de nuestros días, sobrepasando con creces el "récord" del soviético Andrei Chikatilo, pues preparaba antes de ser detenida, un asesinato masivo con cianuro que podría haber llenado su lista negra con más de un centenar de víctimas...
Aunque pueda parecer increíble y casi de ficción, esta mujer de 50 años fue arrestada el pasado domingo 23 de agosto de 1998 en Marina del Rey, California, tras ser encontrado en su poder más de cien bolsitas de plástico llenas de cianuro. Schoonover preparaba las bolsas como si fuesen muestras de productos vitamínicos dentro de folletos publicitarios. Cada una de las bolsas iba incorporada a un folleto que promocionaba supuestas sustancias nutritivas, compuestos para mejorar el rendimiento atlético y para adelgazar. El incidente de esta tranquila localidad, situada a unos dieciséis kilómetros de Los Angeles, obligó a poner en estado de alerta a todas las oficinas de la región. La terrible mujer pensaba enviar los sobres con cianuro por correo a destinatarios de todo el país, elegidos al parecer, al azar... Fue descubierta accidentalmente por un usuario de la oficina postal, al que llamó la atención ver cómo la sospechosa llenaba las bolsitas plásticas con polvos de un recipiente marcado con los típicos signos de peligro que identifican a las sustancias peligrosas, una calavera con dos huesos entrecruzados. Según se dijo más tarde, ninguno de los fatídicos sobres llegó a ser depositado en los buzones de Marina del Mar, pero se ignora si pudo haber comenzado los envíos en otras localidades...